Se estima una media de tres violaciones por mujer existente en el mundo. Teniendo en cuenta que una gran parte de mujeres nunca han sido violadas, esta media muestra que muchas mujeres sufren varias violaciones a lo largo de su vida.
Sonnet Ehlers, una doctora sudafricana, estaba de guardia una noche hace cuatro décadas, cuando una devastada víctima de violación entró al hospital. Sus ojos estaban sin vida, parecía un cadáver.
“Me miró y me dijo que hubiera deseado tener dientes ahí abajo”, recuerda Ehlers, quien en aquel entonces era una investigadora médica de 20 años de edad. “Le prometí que algún día haría algo para ayudar a gente como ella”.
Lo que al principio fue una simple idea, ha terminado por convertirse en un producto que se asemeja a un tubo con púas en su interior, el cual es insertado en la vagina por la mujer con un aplicador a modo de tampón, y que en el caso de que un hombre la ataque sexualmente, las púas serán clavadas en su pene de tal manera, que la única solución para deshacerse del Rapex sea yendo a urgencias para que éste sea extirpado de su miembro. Lo que, a su vez, resultará mucho más sencillo a la hora de atrapar y condenar a violadores.
Este método ha resultado ser motivo de controversia ya que muchos alegaron que este artilugio era un castigo medieval y acusan a Sonnet Ehlers de odiar a los hombres, «ciertamente era un castigo medieval, pero para frenar un acto completamente medieval» respondió ella, “No odio a los hombres…. pero por qué deben ser siempre las mujeres las degradadas en una violación.”, se defiende.